domingo, 17 de octubre de 2010

Antonio López.



"Vámonos, pues, tú y yo,
cuando el atardecer se extienda contra el cielo
como un paciente cloroformizado sobre la mesa;
vámonos a lo largo de seguras calles semidesiertas,
gruñones retiros
de inquietas noches en hoteles de mala muerte para pasar una noche
y restaurantes de serrín con sopa de pescado,
calles que siguen como un aburrido argumento
de intención insidiosa
y que te llevan a un problema abrumador.
Oh, no preguntes: ¿cuál es?
En el cuarto las mujeres vienen y van
hablando de Miguel Ángel.
La niebla amarilla que se frota la espalda contra el marco de las ventanas,
pasó la lengua por las esquinas de la tarde,
la demoró en los estanques que están desaguados,
dejó caer sobre su espalda el hollín, que cae de las chimeneas,
se delizó por la terraza, dió un salto súbito,
y viendo que era una suave noche de octubre
se enroscó otra vez a la casa y se quedó dormido.
Y desde luego habrá tiempo
para el humo amarillo que se desliza por la calle
frotándose la espalda contra el marco de las ventanas.
Habrá tiempo, habrá tiempo
para preparar un rostro que se enfrente con los rostros con que tú te enfrentas;
habrá tiempo para asesinar y para crear,
tiempo para todos los trabajos y días de manos
que ponen en tu plato, o lo quitan de él, un problema;
tiempo para ti y tiempo para mí,
y tiempo aún para cien indecisiones
y para cien visiones y revisiones
antes de tomar el té y la tostada."
[...]

T. S. Eliot.

2 comentarios:

  1. Creo que vi pintar este cuadro a Antonio López. Yo entonces era muy joven y no le conocía, pero recuerdo haber estado mirando como pintaba desde el principio de la Gran Vía.
    El poema de Eliot me parece triste o quizá es que yo estoy triste.
    Un abrazo, Rosa.

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  2. De Antonio López siempre me impresiona su forma de ser como un obrero de los pinceles, sin ningún tipo de afectación, engreimiento, excentricidad...

    Ese poema continúa y avanza en la tristeza de la despedida de un mundo que se extingue cuando él lo escribe.

    Un saludo.

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