sábado, 29 de enero de 2011



El puente de hierro.

Siempre hay, al final de una calle larga
por la que yo iba de pequeño, un estanque de aceite,
un rectángulo de pesada muerte bajo el cielo negro.
Desde entonces la poesía
ha separado sus aguas de las otras aguas,
ninguna belleza ningún color la retienen,
se angustia por el hierro y por la oscuridad.
Alimenta un dolor
largo de orilla muerta, un puente de hierro
tendido hacia la otra orilla aún más nocturna
es su única memoria y su único amor verdadero.

Yves Bonnefoy.

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lunes, 24 de enero de 2011



A esa lumbre que sangra y que ilumina
que culmine la llama que desgreña
siempre ese viento de inquietud divina.

Que en la cansada hoguera que declina
vuelvan a andar las llamas a la greña.
Que alcance gran altura esta pequeña
cosecha si en cenizas nos germina.

Que no quede lumbre sin latido.
Si desfallece no le deis sosiego
hasta que vuelva a oírse su gemido.

Que guarde bien el corazón su fuego
y, si se enfría, un nuevo viento influya
para que sangre de ceniza fluya.


Agustín Millares Sall.

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miércoles, 19 de enero de 2011



En memoria de W. B. Yeats.
(m. en Enero de 1939)

I
Desapareció en medio del invierno:
helados los arroyos, casi vacíos los aeropuertos,
la nieve desfiguraba las estatuas públicas
y el mercurio se hundía en la boca del día agonizante.
Los medios que tenemos coinciden
en que el día de su muerte fue un día oscuro y frío.
Lejos de su enfermedad,
los lobos recorrían los bosques de coníferas,
no tentaban al río campesino los muelles elegantes;
el dolor de la voces ocultó
la muerte del poeta a sus poemas.
Pero para él fue su última tarde como él mismo,
una tarde de enfermeras y rumores;
se rebelaron las provincias de su cuerpo,
se quedaban vacías las plazas de su mente,
el silencio invadía las afueras,
le falló la corriente a su sentir y él se convirtió en sus admiradores.
Ahora se reparte en cien ciudades,
destinado del todo hacia el cariño anónimo,
a ser feliz en bosques de otro tipo
a ser condenado por un código extranjero de conciencia.
Las palabras del hombre que ya ha muerto
se alteran en la entraña de los vivos.
Pero entre la importancia y el ruido de mañana,
cuando en la Bolsa griten como bestias
y sufra el pobre los padecimientos a que está honradamente acostumbrado,
y cada cual en la celda de sí mismo esté casi seguro de su libertad,
unos cuantos miles pensarán en este día
como se piensa en el día que uno hizo algo un poco raro.
Los medios que tenemos coinciden
en que el día de su muerte fue un día oscuro y frío.

II
Fuiste tonto como nosotros; sobrevivió tu don
a todo: a la parroquia de las ricas, al declive del cuerpo,
a ti mismo. Te hirió con la poesía la loca Irlanda
e Irlanda sigue aún con su locura y su clima,
pues la poesía no hace que ocurra nada: sobrevive
en el valle donde nace, donde ningún ejecutivo
querría jamás llegar; fluye hacia el Sur
desde ranchos de aislamiento y desde activas penas,
crudas ciudades en que creer y morir. Sobrevive eso,
una boca y un modo de suceder las cosas.

V. H. Auden.

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martes, 18 de enero de 2011



Correspondencias.

La Creación es un templo de pilares vivientes
que a veces salir dejan sus palabras confusas;
el hombre la atraviesa entre bosques de símbolos
que le contemplan con miradas familiares.
Como los largos ecos que de lejos se mezclan
en una tenebrosa y profunda unidad,
vasta como la luz, como la noche vasta,
se responden sonidos, colores y perfumes.
Hay perfumes tan frescos como carnes de niños,
dulces tal los oboes, verdes tal las praderas
y hay otros, corrompidos, ricos y triunfantes,
que tienen la expansión de cosas infinitas,
como el almizcle, el ámbar, el benjuí y el incienso,
que cantan los transportes de sentidos y espíritu.

Charles Baudelaire.

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viernes, 14 de enero de 2011

Francis Bacon.



Hombre Esperando.

El hombre se acuesta
con sus mudas palabras
trepándole por la boca.
Hay miedo en esas palabras
miedo en esa lengua
miedo en la espalda enterrándose
entre las vaciedades de la sábana
miedo en el cuerpo que no encuentra
ahora la suave sombra carnal
que lo sustente
miedo en los relojes
que se gastan
miedo en el grito que sólamente
las orejas del hombre
pueden escuchar.
El hombre espera con sus huesos sólamente
y un silencio oscurísimo
fluye sin prisa
por todos los teléfonos.

Saúl Ibargoyen.

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domingo, 9 de enero de 2011



Ver la luz.

El solsticio de invierno marca el final de la larga noche en el hemisferio norte, un suceso astronómico que se ha incorporado a la cultura universal y también a la intimidad de cada persona. Seguramente el hombre del paleolítico ya se dio cuenta de que en mitad del frío boreal, de pronto el sol comenzaba a crecer y la luz del día se dilataba con una cadencia precisa. Hubo un mago con cuernos de bisonte en la frente que propuso a la tribu bailar al son de los tambores para celebrarlo. Esta fiesta en homenaje al sol que nace ha seguido a lo largo de la historia, pero desde el paleolítico la humanidad se divide en dos: unos que descubren esa nueva luz en todas partes, la incorporan a su espíritu y la proyectan sobre los demás; otros que lo ven todo negro y transmiten su propia oscuridad alrededor e incluso en pleno agosto, con todas las chicharras hirviendo, no son capaces de quitarse el invierno de encima. Esta dicotomía del alma puede aplicarse a cualquier tipo de personas, políticos, economistas, obispos, intelectuales y sociólogos, que conforman la opinión pública y también a camareros, taxistas, carteros y cajeras de supermercado, el espeso caldo humano que uno se ve obligado a navegar. Hay sujetos con barba por dentro que con sólo abrir la boca ya te han amargado el día. Cualquiera puede oírlos en el Parlamento, en las tertulias de televisión, en la barra del bar, en los despachos y oficinas. Sólo hallan inspiración en las catástrofes reales o imaginarias que se avecinan y como los antiguos profetas se refocilan con sumo placer si el mal que anuncian se cumple. En cambio otros incorporan la naturaleza a la vida con el ciclo de los astros y no pueden evitar un grado de felicidad al saber que el sol irá mordiendo la oscuridad, despertará inevitablemente la savia en los troncos de los árboles y ese acontecimiento de la luz rotará tanto en las esferas celestes como en su propio futuro. En este tiempo de disciplinantes aciagos, para salvarse hay que elegir entre aquellos que al ver una flores siempre piensan en un féretro y los que son capaces de matar con tal de que nadie les estropee el desayuno.Para vivir hay que demostrar primero que uno no está muerto por dentro. Esa es la única moral.

Manuel Vicent. EL PAÍS. 9.01.2011

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miércoles, 5 de enero de 2011



Y esta noche, como manda la tradición, hay que poner los zapatos bien relucientes en el salón junto a la chimenea o en su defecto junto a la ventana, dormirse pronto y despertarse también pronto; acudir allí donde quedaron los zapatos la noche anterior y... ¡oh sorpresa! tengo todo lo que pedí aquí junto a mis zapatos.

Les deseo a todos unos RR.MM. felices y generosos en aquello que cada uno más necesite.

sábado, 1 de enero de 2011



Profana Plegaria.

Quiero estrenar Lunas redondas preñadas de ilusiones.

Te suplico que no me dejes caer largo tiempo en tu fría y oscura cara oculta.

Déjame que los Soles incandescentes calienten mi cuerpo (a cambio, su cegadora luz compensará tu frío rostro)

Guíame en la oscuridad.

Ilumíname los caminos y permíteme ver en los recodos sombríos tu luz.

Ensancha mi corazón cuando te mire.

Extiende estas súplicas hasta quienes están en mi corazón.

Amén.


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