sábado, 26 de febrero de 2011



La pena del amor.

Gorriones del lado que alborotan,
luna brillante y cielos infinitos,
y esa famosa armonía de las hojas
borraban a los hombres con sus gritos.
Floreció una mujer de labios colorados
que era el duelo del mundo en su grandeza,
como Ulises y sus barcos condenados
y Príamo muerto con toda su nobleza.
Surgió, y los clamores que alborotan,
la luna que atraviesa vacíos infinitos,
todos aquellos lamentos de la hojas
componen la figura del hombre y de sus gritos.

William Butler Yeats.

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sábado, 19 de febrero de 2011

Igor Amelkovich.



Toda existencia se descifra en sueños,
como en clave de sol la partitura,
como Virgilio late en el hipérbaton,
susurrador, o duro como el bronce:
avejentado como un caimán rojo,
remontaré el pasillo de la ciénaga;
me llevará el jinete de Capaccio
a la plaza de losas de la villa,
como el dragón que capitula al hierro
o el caballero vive en el dragón:
yo interrogo al fulgor combado de tus nalgas,
signo de algo más allá de ti
y más allá de mí, no revelado
a la mano, a los labios, a los dientes,
arrebolado o cálido o blanquísimo,
no entregado en sus husos de blancura,
enigma combo de la suavidad,
espina comba de la caridad,
el sacramento de la comunión:
comulgar con tus nalgas es vivir
en las acometidas del rocío,
en los arrayanes de la luz.
La naranja del viento desollado
en la terraza del palidecer,
cuando amanece pero no es de día,
nos descubre en la pala de la noche
como si no pudiéramos morir:
no podemos morir en este instante
de pechinas y sábanas lacradas
en el correo del alborear:
el alba rompe como en la escollera
romperá el mar la copa de su raso,
el plumón desgarrado por la luz:
no podría quejarme de morir
si muriera en el vientre de tu espuma,
cuando el viento del alba es un paypay.

Pere Gimferrer.

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viernes, 11 de febrero de 2011

Man Ray.



El Sueño del Rey.

-Ahora está soñando. ¿Con quién sueña? ¿Lo sabes?
-Nadie lo sabe.
-Sueña contigo. Y si dejara de soñar, ¿qué sería de ti?
-No lo sé.
-Desaparecerías. Eres una figura de su sueño. Si se despertara ese Rey te apagarías como una vela.

Lewis Carroll.

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Y si realmente sólo somos el sueño de alguien...

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domingo, 6 de febrero de 2011



[...]
-La poesía
toda-
es un viaje a lo desconocido.
La poesía
es como la extracción del radio.
Un gramo de producto
por un año de trabajos.
Por una palabra
transformas
miles de toneladas
de mineral verbal.
Pero, ¡qué abrasador
es el calor de esas palabras
comparadas
con el chisporroteo
de la palabra cruda!
Esas palabras
mueven
millones de corazones
durante milenios.
Claro,
hay poetas de calidad distinta.
Algún poeta
con destreza de manos
saca
como el malabarista
el verso de la boca,
de la propia
y de la ajena.
[...]


Vladimir Maiakovski.

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viernes, 4 de febrero de 2011

Begoña Luaces.



El porqué de las palabras.

No tuve amor a las palabras;
si las usé con desnudez, si sufrí en esa busca,
fue por necesidad de no perder la vida,
y envejecer con algo de memoria
y alguna claridad.

Así uní las palabras para quemar la noche,
hacer un falso día hermoso,
y pude conocer que era la soledad el centro de este mundo.
Y sólo atesoré miseria,
suspendido el placer para experimentar una desdicha nueva,
besé en todos los labios posada la ceniza,
y fui capaz de amar la cobardía porque era fiel y era digna
del hombre.

Hay en mi tosca taza un divino licor
que apuro y que renuevo;
desasosiega, y es
remordimiento;
tengo por concubina a la virtud.
No tuve amor a las palabras,
¿cómo tener amor a vagos signos
cuyo desvelamiento era tan sólo
despertar la piedad del hombre para consigo mismo?

En el aprendizaje del oficio se logran resultados:
llegué a saber que era idéntico el peso del acto que resulta de
lenta reflexión y el gratuito,
y es fácil desprenderse de la vida, o no estimarla,
pues es en la desdicha tan valiosa como en la misma dicha.

Debí amar las palabras;
por ellas comparé, con cualquier dimensión del mundo externo:
el mar, el firmamento,
un goce o un dolor que al instante morían;
y en ellas alcancé la raíz tenebrosa de la vida.
Cree el hombre que nada es superior al hombre mismo:
ni la mayor miseria, ni la mayor grandeza de los mundos,
pues todo lo contiene su deseo.

Las palabras separan de las cosas
la luz que cae en ellas y la cáscara extinta,
y recogen los velos de la sombra
en la noche y los huecos;
mas no supieron separar la lágrima y la risa,
pues eran una sola verdad,
y valieron igual sonrisa, indiferencia.
Todo son gestos, muertes, son residuos.

Mirad al sigiloso ladrón de las palabras,
repta en la noche fosca,
abre su boca seca, y está mudo.

Francisco Brines.

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