domingo, 14 de noviembre de 2010

Saura.



Tiburón.

Intenta gritar pero sólo consigue que de su boca salga un susurro: hay un tiburón debajo de la cama. Su voz le suena extraña, como el crepitar de una radio mal sintonizada. ¿Por qué no me hacen caso ? Cree que si se mueve, el tiburón le irá mordiendo los dedos de los pies, seguirá con las manos y después con las orejas. Por eso se queda quieta. No moverse, no respirar. Tal vez el tiburón desaparezca, como otras veces. O peor, podría traer a su amigo el cocodrilo, y entre los dos darse un atracón con ella.
No ha comido nada, me ha dicho la enfermera, lleva toda la noche hablando y las gotas del sedante no le han hecho efecto. Pobre mamá, no sabe que el tiburón ya se la comió hace meses, que solo dejó su pesadilla, enrollada como monda de naranja bajo la sábana. Su pesadilla es todo lo que queda de mamá. Hasta que vuelva el tiburón a terminar el festín.

Araceli Esteves.

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