sábado, 17 de abril de 2010



Vers de Societé.

Mi esposa y yo hemos invitado a unos mamones
a perder su tiempo y el nuestro con nosotros: ¿Tal vez
te gustaría venir?
A tomar por el culo, amigo mío.
El día toca a su fin.
Jadea la estufa de gas y en el crepúsculo los árboles se mecen.
De modo que: Querido Warlock-Williams: Lamento no poder-
Es curioso cómo cuesta estar solo.
Podría pasar la mitad de mi vida, si quisiera,
con una copa de jerez, medio doblado para escuchar el bla-bla de una idiota
que no ha leído nada más que el Vogue.
Calcula el tiempo libre que se ha ido
de cabeza a la nada, solamente ocupado
con cubiertos y caras, y no bajo una lámpara
dedicado a escuchar la voz del viento
y a ver cómo la luna se va empequeñeciendo
hasta ser una navaja afilada en el aire.
Una vida, y sin embargo, qué grabado tenemos
toda soledad es egoísta. Hoy en día nadie
se cree el ermitaño con su sayo y su plato
hablando con Dios (que ya se fue también); el gran deseo
es que los demás nos muestren su cariño, y eso implica
mostrarles nuestro afecto, más o menos.
La virtus es social. ¿No serán, así pues,
estos deberes,
jugar a ser amables, como antes ir a misa?
Algo que no aburre, algo que hacemos mal
(preguntar a un imbécil por su maldito asunto)
tratando de sentirlo, porque, de un modo u otro,
esto nos muestra lo que habría de ser?
Demasiado sutil. Y demasiado decente. A la mierda.
Sólo los jóvenes pueden estar solos sin cargo.
El tiempo de buscar compañía ya se acaba
y estar bajo la lámpara a menudo
no trae la paz, sino otras cosas.
Donde acaba la luz el fracaso y la pena
susurran: Querido Warlock-Williams: Por supuesto
que-


Philip Larkin.

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