jueves, 24 de marzo de 2011

Giovanni Boldini.



En la caja del aire va el telón encendido,
la mirada Art déco, Jean-Michel Frank;
viene el maestresala de la luz,
un vuelo de libélulas caídas
en los esbozos del amanecer:
por una cacería de jardines
el podestá en la loma de Ferrara
se desconcierta en la nocturnidad:
el sofá de Boldini, la Casati
y su hipnótico zoo de oro y rocalla:
somos los jardineros del ayer,
pero también somos los argonautas
(qui conquit la toison), en el cenáculo
de las agorerías vueltas sombra,
en las sombras chinescas del vivir,
como el teatro en Lady from Shangai.
Todo lo que vivía va conmigo,
contigo va lo que viviste tú,
pero un puño de párpados de rosa
en una noche de luz arrecida
es lo vivido por los dos, alfombra
para una Scherezade arcoirisada
en un Bagdad con borceguí de llamas
como la noche de París que vió Proust,
en alarmas nocturnas, Gosse Bertha,
turbantes en las máscaras de frac.
A cuestas en la noche de colgantes,
llevamos nuestra ofrenda: todo el ser.
Por la turbina de los bueyes mudos
el crepúsculo cae, y nos enseña,
en el desistimiento del vivir,
la insistencia en vivir que tiene el día,
lo indesistido del amor que vive:
cara a cara nos vemos en la noche filmada,
Day for Night, aporías del espejo,
porque el amor es un espejear,
la posesión del cuerpo en sus imágenes,
imagineros de la posesión,
la posesión de la verdad de ambos:
somos protagonistas del fulgor.

Pere Gimferrer.


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