miércoles, 30 de junio de 2010
Madoz.
[...]
"Deseamos mal.
En lugar de desear una relación humana inquietante, compleja y perdible, que estimule nuestra capacidad de luchar y nos obligue a cambiar, deseamos un idilio sin sombras y sin peligros, un nido de amor, y por lo tanto, en última instancia un retorno al huevo. En vez de desear una sociedad en la que sea realizable y necesario trabajar arduamente para hacer efectivas nuestras posibilidades, deseamos un mundo de satisfacción, una monstruosa sala-cuna de abundancia pasivamente recibida.
En lugar de desear una filosofía llena de incógnitas y preguntas abiertas, queremos poseer una doctrina global, capaz de dar cuenta de todo, revelada por espíritus que nunca han existido o por caudillos que desgraciadamente sí han existido.
Adán y sobre todo Eva, tienen el mérito original de habernos liberado del paraíso, nuestro pecado es que anhelamos regresar a él."
[...]
Estanislao Zuleta "Elogio de la dificultad".
martes, 29 de junio de 2010
"La abrumadora sombra de algún Poder no visto
entre nosotros flota, aun sin verse: visita
en variado mundo con alas tan cambiantes
como vientos de estío que van de flor en flor;
como rayo de luna tras la lluvia entre pinos,
visita con mirada inconstante, asomando
a cada corazón humano, a cada rostro;
como las armonías y matices de ocaso,
como las nubes dispersas en la luz estelar,
como recuerdo de una música que escapó,
como cuanto podría amarse por su gracia
y aún más por su misterio."
[...]
Percy Bysshe Shelley "Himno a la belleza intelectual".
lunes, 28 de junio de 2010
domingo, 27 de junio de 2010
sábado, 26 de junio de 2010
viernes, 25 de junio de 2010
El último de la fiesta.
III
Has apurado el plazo
que la noche te había concedido,
y a quien la luz ha de traer
ya lo conoces.
Si vuelves hacia casa, con tus pasos
volverán sus pasos. Y a tu fatiga
su fatiga habrá de acompañar.
La fiesta ha terminado y queda su enseñanza:
como una vieja deuda contraída,
nada hay más imposible que escapar de nosotros.
Ya se aproxima el alba, y nadie ignora
que todo plazo acaba por cumplirse,
que toda deuda acaba por pagarse.
Carlos Marzal.
jueves, 24 de junio de 2010
Kiefer.
martes, 22 de junio de 2010
Rapsodia de una noche de viento.
Las doce.
A lo largo de los cauces de la calle
sostenidos en síntesis lunar,
susurrando encantamientos lunares,
se disuelven los suelos de la memoria
y todas sus claras relaciones,
sus divisiones y precisiones,
cada farol que dejo atrás
resuena como un tambor fatalista,
y a través de los espacios de lo oscuro
la medianoche sacude la memoria
como un loco agitando un geranio muerto.
La una y media,
el farol rociaba,
el farol mascullaba,
el farol decía: "Observa a esa mujer
que vacila hacia ti en la luz de la puerta
que se abre hacia ella como una mueca.
Ves que el borde de su vestido
está desgarrado y sucio de arena,
y ves que el rabillo del ojo
se le retuerce como un alfiler torcido".
La memoria arroja y deja en seco
una multitud de cosas retorcidas;
una rama retorcida en la playa,
devorada, lisa, y pulida
como si el mundo rindiera
el secreto de su esqueleto,
rígido y blanco.
Un muelle roto en el solar de una fábrica,
óxido que se agarra a la forma que la fuerza ha dejado
dura y enroscada y dispuesta a dispararse.
Las dos y media.
El farol dijo:
"Observa al gato que se aplana en el arroyo,
saca la lengua furtiva
y devora un bocado de manteca rancia".
Así la mano del niño, automática,
salió furtiva y se embolsó un juguete que corría por el
muelle.
No vi nada tras los ojos de ese niño.
He visto ojos en la calle
tratando de escudriñar a través de postigos con luz,
y un cangrejo una tarde en un charco,
un viejo cangrejo con lapas en la espalda,
agarró el extremo de un palo que le tendí.
Las tres y media,
el farol espurreaba,
el farol mascullaba en lo oscuro.
El farol canturreaba:
"Observa la luna,
la lune ne garde aucune rancune,
guiña un débil ojo,
sonríe a los rincones.
Alisa el pelo de la hierba.
La luna ha perdido la memoria.
Una desvaída viruela le agrieta la cara,
su mano retuerce una rosa de papel,
que huele a polvo y agua de colonia.
Está sola
con todos los viejos olores nocturnos
que cruzan y cruzan por su cerebro".
Viene la reminiscencia
de secos geranios sin sol
y polvo en grietas,
olores de castañas en las calles,
y olores femeninos en cuartos de ventanas cerradas,
y cigarrillos en pasillos
y olores de cócteles en bares.
El farol dijo:
"Las cuatro.
Aquí está el número en la puerta.
¡Memoria!
Tienes la llave,
la lamparilla extiende un círculo en la escalera, sube.
La cama está abierta: el cepillo de dientes cuelga en la pared,
deja los zapatos a la puerta, duerme, prepárate para la vida."
El último retorcimiento del cuchillo.
T. S. Eliot.
domingo, 20 de junio de 2010
Cada ciudad puede ser otra
cuando el amor la transfigura
cada ciudad puede ser tantas
como amorosos la recorren
el amor pasa por los parques
casi sin verlos amándolos
entre la fiesta de los pájaros
y la homilía de los pinos
cada ciudad puede ser otra
cuando el amor pinta los muros
y de los rostros que atardecen
unos es el rostro del amor
y el amor viene y va y regresa
y la ciudad es el testigo
de sus abrazos y crepúsculos
de sus bonanzas y aguaceros
y si el amor se va y no vuelve
la ciudad carga con su otoño
ya que le quedan sólo el duelo
y las estatuas del amor.
Mario Benedetti.
sábado, 19 de junio de 2010
Moho.
Al entrar en casa, noté un olor agrio. Tiré la americana sobre el sofá y fui a la nevera. Todavía no me había acostumbrado a hacer la compra para mí solo y siempre me sobraba comida que acababa pudriéndose. Además, cada vez salía más tarde de la oficina y, cuando llegaba a casa, me daba pereza cocinar. Prefería tomar unas tapas en cualquier bar. Husmeé en el cajón de las verduras: los tomates tenían buen aspecto y la lechuga aún estaba fresca. Inspeccioné los tuppers, me llevé un filete de pollo a la nariz, olfateé los restos de una lata de tomate que llevaba tres días abierta. Todo parecía en perfecto estado, pero un hedor me perseguía por el piso. Fue en el cuarto de baño, con la ducha abierta y la ropa por el suelo, cuando me di cuenta de que una fina capa de moho cubría mi cuerpo.
Ernesto Ortega.
viernes, 18 de junio de 2010
jueves, 17 de junio de 2010
Claude Cahun.
Alocución pagana.
¿Es que, acaso, estimáis que por creer
en la inmortalidad,
os tendrá que ser dada?
Es obra de la fe, del egoísmo
o la desolación.
Y si existe, no importa no haber creído en ella:
respuestas ignorantes son todas las humanas
si a la muerte interroga.
Seguid con vuestros ritos fastuosos, ofrendas a los dioses,
o grandes monumentos funerarios,
las cálidas plegarias, vuestra esperanza ciega.
O aceptad el vacío que vendrá,
en donde ni siquiera soplará un viento estéril.
Lo que habrá de venir será de todos,
pues no hay merecimiento en el nacer
y nada justifica nuestra muerte.
Francisco Brines.
martes, 15 de junio de 2010
Es así, la belleza.
Es así, la belleza
se mide por milímetros.
Igual que el hielo quiere
ser sólo agua corriente,
la belleza se mide por milésimas
de segundo, por micras.
No por eternidades.
No en toneladas, grandes
cumbres, espacios
que sobrecogen. Siempre
se resuelve en la foto
finish, no en lo sublime. Nunca.
Al final la hermosura
se decide por poca diferencia.
Cero a cero. No hay mucho
que añadir. ¿Quién no ha visto
la luna, despistada,
sobre los edificios,
sobre la niebla tóxica,
rompiendo el cielo sucio
un lunes a las diez
de la mañana?.
Javier Rodríguez Marcos.
sábado, 12 de junio de 2010
Batman.
Batman.
Me hablaba el jefe, y no
era de mi de quien hablaba, pero al hablarme, y hablarme de sí mismo
tan fervorosamente, hablaba
de mí, de cómo me juzgaba digno
de sus palabras un momento, o así lo pensé. Y, mientras
él creía que yo sólo escuchaba
(o así yo lo creía),
recordé la existencia de animales
que pueden orientarse por el eco
de sus propios sonidos, los murciélagos.
Justo Navarro.
viernes, 11 de junio de 2010
V. Van Gogh.
Cuando cuento las horas que jalonan el tiempo
viendo el día radiante convertirse en la noche,
cuando al fin contemplamos las violetas marchitas
y los rizos oscuros recubiertos de plata;
o la altiva arboleda despojada del verde,
que era palio de sombra para todo un rebaño,
y la mies del estío abrazada en gavillas
en su carro de muerte con sus barbas hirsutas,
me pregunto qué suerte correrá tu belleza;
te veré entre las ruinas que son obra del tiempo
ya que toda belleza deja atrás lo que fue,
muere al fin mientras otras surgen ante sus ojos.
Nada puede afrontar la guadaña del tiempo,
sólo un hijo quizá cuando tú ya no estés.
William Shakespeare.
jueves, 10 de junio de 2010
Egon Schiele.
El origen del mundo.
A Felipe Benítez Reyes.
No se trata tan sólo de una herida
que supura deseo y que sosiega
a aquellos que la lamen reverentes,
o a los estremecidos que la tocan
sin estremecimiento religioso,
como una prospección de su costumbre,
como una cotidiana tarea conyugal;
o a los que se derrumban, consumidos,
en su concavidad incandescente,
después de haber saciado el hambre de la bestia,
que exige su ración de carne cruda.
No consiste tan sólo en ese triángulo
de pincelada negra entre los muslos,
contra un fondo de tibia blancura que se ofrece.
No es tan fácil tratar de reducirlo
al único argumento que se esconde
detrás de los trabajos amorosos
y de las efusiones de la literatura.
El cuerpo no supone un artefacto
de simple ingeniería corporal;
también es la tarea del espíritu
que se despliega sabio sobre el tiempo.
El arca que contiene, memoriosa,
la alquimia milenaria de la especie.
Así que los esclavos del deseo,
aunque no lo sospechen, cuando lamen
la herida más antigua, cuando palpan
la rosa cicatriz de brillo acuático,
o cuando se disuelven dentro de su hendidura,
vuelven a pronunciar un sortilegio,
un conjuro ancestral.
Nos dirigimos
sonámbulos con rumbo hacia la noche,
viajamos otra vez a la semilla,
para observar radiantes cómo crece
la flor de carne abierta.
La pretérita flor.
Húmeda flor atávica.
El origen del mundo.
Carlos Marzal.
miércoles, 9 de junio de 2010
Sucederá ahora esto, y después aquello;
y tal será, en un año o dos (así lo creo),
el aspecto de nuestros actos, tal su forma.
Ningún temor por un mañana demasiado remoto.
Siempre por lo menos decidiremos.
Y cuanto más intentemos, más arruinaremos,
destruiremos, hasta desembocar
en el caos. Y así habrá de terminarse.
Es el momento dispuesto por los dioses.
Los dioses se vengan siempre. Bajarán
de sus recintos, la salvación otorgando,
de improviso, a unos y otros,
sorprendentemente; y una vez puesto orden en nuestros asuntos,
desaparecerán. Así ha de empezar todo
de nuevo; y así siempre
ha de ser. Empezar una y otra vez.
Konstantino Kavafis.
lunes, 7 de junio de 2010
El Reloj.
Durante mucho tiempo, ¡oh, mucho tiempo!, cuando sonabas en vano, atmósfera ahora de ausencia, tu sonido de oro volvía a ti, en mi sueño y te creaba, joya dorada, y te lanzaba indicándome en tu complicación estelar y marina, las peripecias externas del funcionamiento de los mundos; pero puedo decir, haciendo alusión a los recuerdos de una raza que tú evocas, que nunca, sobre estas superficies marcadas por los juegos múltiples y combinados de la diversidad del pensamiento universal, nunca, resumen el universo como eres, joya de las cosas, has hecho un minuto tan magníficamente concordante, y dudo que este instante tenga en el presente su réplica, entre la indecible multiplicidad de los mundos. Mi pensamiento ha sido pues recreado, pero yo, ¿lo estoy yo? Sí, siento que este tiempo vertido en mí me devuelve ese yo, y me veo semejante a la onda de un tranquilo narcótico cuyas vibraciones circulares, yendo y viniendo, trazan un límite infinito que no alcanza el centro en su quietud.
Stéphane Mallarmé.
domingo, 6 de junio de 2010
Servidumbre de paso.
En nuestra sumisión nos consumamos,
en nuestra servidumbre nos crecemos,
vivimos a compás,
en la angostura de un andar errátil
que nos da la amplitud,
al comprender
la bella anomalía de este viaje.
Nómadas en esencia,
muchedumbre
que cruza en extravío
del uno al otro lado de nosotros,
polizones
en la nave del mundo,
huéspedes
al amparo de nadie,
en deuda con la vida, que está en deuda
con el secreto amor que profesamos
a todo trance siempre hacia la vida.
Apátridas por fuerza en nuestro espíritu.
A la buena de un dios en descalabro,
clandestino de mí,
pobre de qué,
señor de dónde,
en un inacabable deambular,
al arte por el arte
de estar vivo.
Un vaso de agua fresca al transeúnte,
un pedazo de pan al vagabundo,
un puñado de sal al peregrino,
que voy en trashumancia,
que voy de merodeo,
voy de paso.
Carlos Marzal.
sábado, 5 de junio de 2010
Eugenio Recuenco.
XXVII.
A usted le doy una flor,
si me permite,
un gato y un micrófono,
un destornillador totalmente en desuso,
una ventana alegre.
Agítelos.
Haga un poema
o cualquier otra cosa.
Léasela al vecino.
Arrójela feliz al sumidero.
Y buenos días,
no vuelva nunca más, salude
a cuantos aún recuerden
que nos vamos pudriendo de impotencia.
José Angel Valente.
(Añado, una buena taza de tila)
viernes, 4 de junio de 2010
¿Para qué debe crecer el cráneo
por toda la frente -de sien a sien-?
¿Para que en sus queridas órbitas
puedan penetrar las tropas?
En vida crece el cráneo
por toda la frente -de sien a sien-,
se atormenta por la nitidez de sus suturas,
se aclara con la cúpula del entendimiento,
espumea con el pensamiento, se sueña.
Cáliz de cálices y patria de patrias,
cofia recamada de pespuntes de estrellas,
gorrito de la felicidad -padre de Shakespeare...
Ôsip Mandelstam.
miércoles, 2 de junio de 2010
"Hasta el sitio llamado del Árbol Seco:
y el relámpago famélico me asigna esas provincias del Oeste.
Pero más allá están los mayores ocios, un gran país de pastizales sin memoria, el año sin vínculos y sin aniversarios, sazonado de auroras y de fuegos. (Matinal sacrificio del corazón de un negro cordero.)"
Saint-John Perse. "Anábasis".
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