lunes, 7 de junio de 2010



El Reloj.

Durante mucho tiempo, ¡oh, mucho tiempo!, cuando sonabas en vano, atmósfera ahora de ausencia, tu sonido de oro volvía a ti, en mi sueño y te creaba, joya dorada, y te lanzaba indicándome en tu complicación estelar y marina, las peripecias externas del funcionamiento de los mundos; pero puedo decir, haciendo alusión a los recuerdos de una raza que tú evocas, que nunca, sobre estas superficies marcadas por los juegos múltiples y combinados de la diversidad del pensamiento universal, nunca, resumen el universo como eres, joya de las cosas, has hecho un minuto tan magníficamente concordante, y dudo que este instante tenga en el presente su réplica, entre la indecible multiplicidad de los mundos. Mi pensamiento ha sido pues recreado, pero yo, ¿lo estoy yo? Sí, siento que este tiempo vertido en mí me devuelve ese yo, y me veo semejante a la onda de un tranquilo narcótico cuyas vibraciones circulares, yendo y viniendo, trazan un límite infinito que no alcanza el centro en su quietud.

Stéphane Mallarmé.

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