viernes, 12 de febrero de 2010

R.Magritte.




[…] “De pronto tuvo la clara sensación de que no podría sobrevivir a la muerte de ella. Se acostaría a su lado y querría morir con ella. Conmovido por esa imagen hundió en ese momento la cara en la almohada junto a la cabeza de ella y permaneció así durante mucho tiempo.
Ahora estaba junto a la ventana e invocaba ese momento. ¿Qué podía ser sino el amor que había llegado de ese modo para que él lo reconociese?.
Pero ¿era amor? La sensación de que quería morir junto a ella evidentemente desproporcionada: ¡era la segunda vez que la veía en la vida! ¿No se trataba más bien de la histeria de un hombre que en lo más profundo de su alma ha tomado conciencia de su incapacidad de amar y que por eso mismo empieza a fingir amor ante sí mismo? ¡Y su
subconsciente era tan cobarde que había elegido para esa comedia precisamente a una pobre camarera de una ciudad perdida, que no tenía prácticamente la menor posibilidad de entrar a formar parte de su vida!
Miraba a través del patio la sucia pared y se daba cuenta de que no sabía si se trataba de histeria o de amor.
Y le dió pena que, en una situación como aquella, en la que un hombre de verdad sería capaz de tomar inmediatamente una decisión, él dudase, privando así de su significado al momento más hermoso que había vivido jamás (estaba arrodillado junto a su cama y pensaba que no podría sobrevivir a su muerte).
Se enfadó consigo mismo, pero luego se le ocurrió que en realidad era bastante natural que no supiera qué quería:
El hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive sólo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores.” […]

Milan Kundera. “La insoportable levedad del ser”.

2 comentarios:

  1. Has vuelto a elegir muy bien. También en las entradas de días anteriores que he leído con interés. Siento que no quieras compartir experiencias, sueños, pensamiento y reflexiones. Un afectuoso saludo.

    ResponderEliminar