sábado, 24 de julio de 2010
Era un hombre feo y de cuerpo enjuto. Un cutis de cuero reseco marcado por infinitos surcos le confería un aspecto algo repulsivo, como de reptil prehistórico.
- ¿Sabes que tengo una teoría que demuestra que la Tierra es plana?
El truco nunca le había fallado. La inevitable sonrisa que suscitaba la pregunta era el mejor salvoconducto para dar el primer paso. Después era cosa de tirar de la madeja, desovillarla a pequeños tirones para que saltara juguetona sobre la barra del bar. Jóvenes intelectuales, mujeronas rudas o muchachas delicadas, todas sin excepción querían oír algo más sobre aquella teoría absurda. Lo que relataba después era siempre distinto, dependía del día. Aunque lo difícil ya estaba hecho, había conseguido la acercanza necesaria para que ellas pusieran más atención al oído que a la vista. Pocos minutos después, la urdimbre de palabras era tan tupida y la disposición de ellas tan propicia, que bastaba soplarles al oído para que cayeran rendidas a sus pies, entregadas sin sonrojo al placer de ser finamente devoradas.
Araceli Esteves.
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